jueves, 22 de diciembre de 2016

Me voy.

Siento decirlo, pero me voy. Me voy a un lugar donde pueda desabrocharme el cansancio y tirar el dolor de cabeza que dan algunos problemas, donde pueda colgar en una percha las presiones y me pueda bañar en algún mar en calma, aunque sea por un instante.

Cada vez lo tengo más claro, me voy. Me voy a un lugar donde el despertador nunca canta recordándome que la prisa me persigue, donde no existen ni caras, ni responsabilidades, ni el recuerdo constante de las cosas que tienen de apellido Pendiente. Donde pueda refugiarme de la angustia y esconderme de la rutina.

Porque necesito un salto de presiones, cambiar el ritmo del tiempo, intentar que corra más lento o, al menos, que su rapidez no me desborde tanto, aunque sea por un rato. Por eso me voy. Me voy a ese sitio donde no tengo que ocultar nada porque hasta mi tristeza se siente cómoda y donde mis penas se desnudan para descansar. Ahí, donde sin esperarlo nadie, siempre encuentro consuelo, siempre encuentro calma, siempre encuentro paz. Y por encontrar, a veces, hasta me encuentro a mí misma.

Por hoy ya he tenido suficiente, me voy. Me voy ahí, donde mis lágrimas pueden salir sin miedo y donde a mi sonrisa le encanta celebrar su alegría. Donde nadie puede juzgar mis gestos, ni mis ojos miran cansados tantos desastres, ni siquiera mi voz se ve forzada a pronunciarse. La respuesta al interrogante es sencilla, me voy a ese rincón del mundo al que visito cada noche con la mente antes de dormir, a ese sitio donde congelaría el tiempo, donde lo pararía todo para quedarme siempre. A ese lugar que esconde un paraíso, el cual guardo en forma de secreto.  Porque es ahí donde las gaviotas de la liberta aletean siempre cerca, donde es la brisa del cariño la que te envuelve, es la ternura con esencia única hecha arena la que alivia. Ahí, donde me siento como en casa.

Mírame bien porque me voy, ya lo tengo todo preparado, ya sé cual es mi destino favorito. Así que siento decirlo, pero me voy, ahí, justo ahí, a ese espacio que hay entre tus brazos y tu pecho y donde encajo tan bien.
Ahí, justo ahí, a ese lugar que llamo 'tus abrazos'.


domingo, 27 de noviembre de 2016

Por ti.

Poco a poco se va llenando todo de luz, las calles, las farolas, los centros comerciales y hasta los bares. Así, progresivamente, como si estuviéramos preparando a la rutina para estacionarla unos días, para quitarle prioridad y dársela a lo que de verdad la merece.

Se acercan las fechas, ya se huelen, ya se sienten, ya casi se palpan, y por mucho que tantos intenten mirar hacia otro lado, el calendario así lo marca. Se aproximan los turrones, las celebraciones, los regalos y las campanas. Ya se asoman el champán, las uvas y los 'por un año mejor', los madrugones cargados de emoción, las compras de último momento, los villancicos y los deseos que cuelgan por todos lados. Vete a saber por qué gusta tanto esta época, tal vez por ser la excusa perfecta para tener un detalle con quien queremos, quizás sea por la ilusión de los niños que nos contagian, o porque son los días en los que más se reparten abrazos y sonrisas de todo el año, días en los que la humanidad parece más humana. Sea como sea, espero que estés donde estés, recuerdes que seguiré poniendo tu plato en la mesa, con su servilleta cuidadosamente doblada y sus cubiertos esperando por ti, aunque tú ya no puedas usarlos.

Casi parece que te veo, ocupando el mismo sitio de siempre, con tu misma sonrisa de siempre, con tus comentarios de siempre y con la alegría infinita que te relucía en los ojos por vernos felices. Da igual las navidades que pasen, los años que comience, los reyes que vengan, pase lo que pase, cambie lo que cambie, te voy a recordar siempre con todo mi cariño. Una de las peores sensaciones es echar de menos a quien ya no puede regresar, por eso, no me pidas que pronuncie 'navidad' sin que una ausencia se me remueva en el pecho.

Qué bonito sería decir que una de esas estrellas que cuelgan de la noche eres tú mirándonos feliz desde arriba, pero prefiero aclamar la certeza de que tú, tus enseñanzas, tus consejos, tu recuerdo... Siempre serán una de las estrellas que más brillan en mi cielo. Siendo transparente, si el fantasma de las navidades pasadas viniera a visitarme, le pediría un viaje largo, para volver a desearte un feliz año nuevo con la boca llena de uvas, para volver a marearte con los regalos como sólo un niño sabe marear, para ayudarte otra vez a hacer el árbol de navidad o a decorar la casa, para, simplemente, verte reír una vez más entre todos.

Todo el mundo vuelve por navidad y, por eso, para mí nunca te has ido del todo, porque tú también vuelves, en forma de recuerdo, pero vuelves, porque que ya no te pueda ver, ni hablar, ni escuchar, no significa que te deje de querer. Porque, ¿cómo se puede dejar de querer a alguien que te a visto crecer?

Así que estas fiestas brindaré por mi mesa y por todas las que tengan un sitio vacío.
Brindaré por mí y por todos los que sonreímos abrazando con los ojos a los recuerdos.
Pero, sobre todo, brindaré por ti y por todos aquellos que no están pero que siempre seguirán estando.

viernes, 28 de octubre de 2016

Cómo pude tener tanta suerte...

Siempre he caminado dando tumbos por todos lados, alborotada, despeinada, mirando hacia todos lados sin ver a nadie, sin buscar, y mucho menos, sin la intención de encontrar. Siempre he ido a todos lados desmaquillada y, muchas veces, exageradamente sencilla, porque siempre he preferido dormir diez minutos más por las mañanas que declararle la guerra a mis pinturas.

Si es que todo lo bueno llega en el momento más inesperado. Y cómo no, el día que llegaste, me encontraste como cualquiera que me ve todos los días, hecha una locura andante, con unas gafas más grandes que mis ojos y una sonrisa como único accesorio.

Aún no entiendo cómo pude tener tanta suerte el día que llegaste, como para que algo se activara entre nosotros. Bendita esa conexión inesperada y benditos tus ojos que me atraparon desde la primera vez que me topé con ellos. Benditas las bromas que vinieron después y las llamadas con sabor a déjate querer. Benditos los encuentros casuales, y los no tan casuales, y bendita esta amistad que adora las sumas, la cual se empeñó en llevarnos hacia el más. Este más que ahora no cambio por nada y espero que nunca se convierta en resta.

Ahora sigo siendo la misma desordenada y  el mismo desastre de siempre. Pero no sé cómo lo hiciste que esta rutina contigo dentro, me encanta, que tu risa es el brillo de mis ojos y tus besos, el calor de mis mejillas. Uno de mis hobbies preferidos es buscarte las cosquillas y, en mis tiempos libres, me gusta cerrar los ojos y pensar en ti, porque cuando lo hago, sonrío, sonrío muy fuerte, y comienzo a desear tenerte aquí para darte todos esos besos que te tengo guardados. Es verte y querer volverte loco, devorarte a besos, convertirme en el mareo del que nunca te quieras librar, de ese que te escucha cuando necesitas desahogarte, de ese que sientes que está cuando nadie más está.

Así que bendito tú, que me adoras libre y con mi cara de dormida, que agradeces que sea una mimosa para darme abrazos todo el rato y que te gusta hasta lo que a mí no me gusta de mí misma. No sé cómo pude tener tanta suerte, pero espero que venga de un pozo sin fondo, porque el día que saque coraje, te diré todo lo que mi pecho ha estado callando durante todo este tiempo, como, por ejemplo, que no hay nadie con el que me sienta más yo que contigo, que eres tranquilidad y calma, pero también alegría y entusiasmo. Que no todos los días serán buenos, pero si caemos, que sea en la cama, si nos perdemos, que sea entre las sábanas, y si nos peleamos, que sea con las almohadas. Y para mí, esto no son escenas de ninguna película de amor, ni capítulos de una novela, ni mucho menos, un amor idílico, sino algo mucho mejor, porque es compartir aficiones, lágrimas, locuras, secretos, silencios y sonrisas. Es dar todo tu cariño y volver a casa con el corazón lleno. Que contigo soy niña, rebelde e inocente, pero también soy mujer, madura y pícara. Que contigo no hay mariposas, ni un zoológico, que contigo hay felicidad y eso es más que suficiente.

Pero, sobre todo, decirte que te quiero. Te quiero para todo, por todo y con todo. Te quiero de manera inmensamente ilimitada. Te quiero como sólo un `te quiero`puede querer.


sábado, 22 de octubre de 2016

Frío

Hace calor en todas partes,
en todas las esquinas,
en todas las calles.
Y, sin embargo,
yo sólo encuentro frío.

Frío,
frío en tu mirada,
que me observa siempre con dureza.

Frío
en mi piel,
que se eriza desolada
como reclamo de tus besos.

Frío
en mis labios,
que anhelan el calor de los tuyos.

Frío en todos lados,
en todos sitios.

Frío,
frío en mis mejillas,
que ya no sienten
el rubor que les producías.

Frío
en mi risa,
que ya no suena igual
desde que te fuiste.

Frío
en mis pestañas,
que ya no guardan improvisadas instantáneas
del paisaje de tus ojos.

Frío en los días,
frío en las noches.

Frío,
frío en mis manos
porque ya no miman
a ningunas otras después de las tuyas.

Frío
en mis brazos,
que se sienten vacíos
desde que ya no te rodean.

Frío
en mi cintura
que se siente desabrigada
desde que ya no la abrazas.

Frío en  mis recuerdos,
frío en mi memoria.

Si es que te fuiste,
dejando una tormenta a tu nombre
y yo acabé
helada hasta las lágrimas,
calada hasta el alma.




jueves, 13 de octubre de 2016

En otra vida.

Creo que ya va siendo hora de irme, de ponerme las botas y preparar el adiós. Ya va siendo el momento, aunque duela, aunque me deshaga, de coger un itinerario y comenzar a caminar, así, sin rumbo definido, a lo que me tenga preparado la vida, pero lejos de ti.

A pesar de que sé, aunque aún no lo haya vivido, que se aproximan meses largos, eternos, infinitamente duros. Sé que te extrañaré constantemente, sé que te pensaré  a cada hora punta y echaré de menos tu cariño en las noches frías.

Pero para qué engañarnos, para qué seguir así. Llena de soledad a tu lado, con el calor frío de tus abrazos, con la sensación de que esto ya no es recíproco, de que no es algo de dos. Para qué estar con alguien que me ve llorar y me da la espalda, que me ve triunfar y me ignora. Ya no puedo más. Me sobrepasa mirar a esos ojos que me quisieron un día tanto y verlos tan vacíos, a esa boca que exclamó tantas promesas y no quiso cumplir ninguna, a esos brazos que me daban tanto confort y, ahora, ni siquiera me buscan, a este amor que ya no parece amor.

Creo que voy a comenzar a hacer las maletas y voy a dejarte aquí todos los recuerdos, para ver, si así,  comienzas a valorar un poco todo lo que te doy, que a partir de ahora, se convierte en todo lo que te di. Voy a dejarte en la cama, esparcidos, todos los sueños que teníamos juntos, por si algún día te da por hacerles un poco de caso. Y creo que voy a dejar, rogando un poco de atención, en un marco olvidado, una de nuestras fotos, para que recuerdes quién fui, esta tonta que te quiso tanto sin esperar nada a cambio, para que nunca te olvides de esa sonrisa que sólo tenía ojos para ti. Y porque los dos sabemos que, cuando me vaya, será cuando más me vas a querer, y en el momento en el que te des cuenta de que me he ido, afortunadamente, yo ya estaré demasiado lejos de este amor insano como para poder volver.

Espero que no sientas esto como un reproche, porque lo único que he querido siempre echarte en cara han sido mis besos, esos que ya están cansados de nadar contracorriente. Por favor, no me pidas que me quede. No intentes ponerme traspiés en la puerta, porque ya no soy una niña, ya no creo en los milagros de última hora, en la esperanza de que cambie todo a mejor de forma mágica, inesperada, de que las personas hagan lo que aún no han hecho hasta ahora y mira que he mirado hacia la salida varias veces en modo de suplica.

Así que me voy, porque más vale un portazo a tiempo que una vida llena de sufrimientos. Porque voy a buscarme, a buscar mi paz, esa calma que se gastó luchando por esta causa perdida. Te prometo que no me volverás a ver más, que convertiré en fácil tu olvido, apenas dejaré rastros y hallaré la forma de dar rodeos hasta lugares donde no nos volveremos a chocar, ni siquiera por capricho del destino.
No sufras, por favor, no te mortifiques. De la misma manera en  la que sé que en esta vida no estamos hechos el uno para el otro, sé que te amaré en otras mil reencarnaciones más.

Cuídate, nos volveremos a amar pronto, en otra vida.


domingo, 25 de septiembre de 2016

Ganar perdiendo.


Perder nunca había sido tan bonito hasta que lo comencé a ligar a tu nombre, a tu cara, a tus ojos...Porque estar contigo es sinónimo de perder. Perder los miedos, la desconfianza y los "no  puedo". Perder la noción del tiempo, y a veces, hasta del espacio. Perder las inseguridades, las lágrimas, la timidez, los complejos e incluso la paciencia, y bien lo sabes, cuando me pico fácilmente y me retas.

Por perder, pierdo hasta la cabeza por tus cuatro chorradas de turno, esas que hacen que se me escape la risa por todos los poros. También pierdo la cuenta de las horas que faltan para verte y pierdo la vergüenza para sacar a relucir tu sonrisa.Pierdo los secretos en medio del silencio de tu escucha y pierdo la sensación de debilidad gracias a tus abrazos. Pierdo la cordura por culpa de las ganas de cometer locuras contigo, pierdo la tristeza que dejan en la boca algunos momentos amargos y la decepción que intenta tumbarme cada vez que aparece por mi vida.


Contigo pierdo de vista los problemas, los malos días y los malos tragos. Contigo, ya no me vienen a visitar tanto los recuerdos y yo cada vez les abro menos la puerta, ya no me preocupo por quien me ha olvidado y ya no extraño reandar lo andado. Contigo, pierdo las heridas, cicatrices que nunca me han servido de nada salvo para dañarme.

Y el vacío, ese hueco que deja todo lo que pierdo, lo sabes llenar de mil formas. De esperanza, de ilusión, de alegría, de comprensión y de realidad, de esa que me hace ver mis errores y me impulsa a seguir hacia delante, a rectificar, a mejorar. Me haces perder y me llenas, me llenas de calor, de fuerza, de ánimo, de tranquilidad y de cariño, de mucho cariño. Me llenas la cara de sonrisas, los ojos de brillo, los brazos de mimos. Me llenas la piel, el  pecho, la vida... Te juro que no paro de preguntarme cómo una persona me ha hecho perder tanto y me llena de esta manera tan peculiar, tan inesperada.
Pero, claro, es que eres tú, con tu voz tan insinuante, con tu espontaneidad, con tus ganas de comerte el mundo y de llevarte por delante todos los obstáculos que te pongan para llegar a tus metas, tu mirar, tu modo de dejarte querer y, la forma en la que conectamos.
Así que si tuviera que definir lo que siento cuando estoy contigo, diría sin duda alguna que plena. Plena porque siento que me llenas el alma, plena porque cualquier instante compartido vale más que mucho tiempo haciendo otra cosa, plena porque siento que me agasajas las alas y que me quieres acompañar en este vuelo. Plena porque contigo, yo soy yo, tú eres tú y somos nosotros mismos, sin velos, sin máscaras, sin pudores ni mentiras. Y si me preguntaran qué pediría ahora, pediría ganar perdiendo de esta forma toda la vida.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Destino.

-Es muy fría.- Pensó él.

-Es muy empalagoso.- Pensó ella.

Y ahí estaban, atrayéndose como sólo dos polos opuestos pueden hacerlo.

viernes, 26 de agosto de 2016

El hechizo.

A veces tan negra,
a veces tan clara y blanca,

deja de indefinir tu magia,
y de tirarme al pozo
para rescatarme a besos
y volverme a tirar.

Para tu vicio oscuro
y pon a un lado todos tus trucos,
que esta noche se enciende la tenue bombilla
que acompaña a los farolillos,
esos que noche tras noche
adornan el apagado cielo.
Esos, que bailaban con nosotros
cuando cerrábamos los ojos
y girábamos con amor lento.

Te quise tan fuerte
que te volviste etéreo,
y ahora permaneces oculto
entre tantos recuerdos
que vienen y van
siguiendo el ritmo del mar.
Días tan quietos,
días tan revueltos y turbios.

Me rodeabas los hombros
y me llenabas el corazón.
Cuéntame,
¿qué pócima usaste?
Que cuando no es tu voz,
es tu rostro,
o sino tu cuerpo,
o tu nombre
el que se proyecta en mi mente,
así, de repente,
sin vaselina, y sin avisar.
Porque me duele,
me escuece,
me araña quedarnos en el casi.
Cuatro letras que son tormento de mi alma,
pesadilla de mi ser.


 Rompe las cadenas de este sortilegio,
deshaz el hechizo
que me lanzaron tus ojos,
la primera vez que te vi.

Quiero ser libre,
no ser adicta a ti,
a esta pasión que me rompe
a esta locura que se apodera de mí.

Déjame ser yo,
déjame ser aire,
déjame ser sueño,
déjame ser libre.

lunes, 22 de agosto de 2016

Carta al amor de mi presente.

Tengo un secreto que confesarte y no sé cómo empezar. Tal vez, podría comenzar diciéndote que mi reloj siempre se alegra cuando te ve, y por eso, las horas se van tan rápido. Que aunque haya intentado disimularlo con todas mis fuerzas, mis ganas de verte siempre son más grandes que todos los mundos juntos y ya no sé por qué recuerdo tanto tu nombre por todas partes.

O quizás, podría iniciar todo esto declarándote que nunca, ninguna sonrisa había robado el control de mis sentimientos hasta que conocí la tuya. Nunca, ninguna mirada había logrado hacerme soñar tanto hasta que me topé con la tuya. Nunca, ningunos labios me habían tentado tanto hasta que vi los tuyos. Nunca, nadie, me había hecho sentir tan bien sólo con su presencia hasta que te asomaste por casualidad en mi vida y ojalá quieras quedarte, ojalá te quedes.

No soy una persona fanática del "para siempre", no me gusta conjugar los verbos en futuro lejano, no me gusta soñar con cosas distantes, pero por querer, me gustaría tenerte por aquí mañana, y pasado mañana, y pasado el pasado mañana, y todos los días en los que quieras quererme. Da igual si la ventana tiene frío o calor, si la lluvia canta o no, si del cielo cuelgan la luna o el sol, yo sé de antemano que el calor de tus abrazos es a prueba de todo, y por eso, quiero tenerlos todos los días junto con tus caricias, esas que tienen el poder de erizarme la piel sólo con pensarlas. Quiero que recorras mis curvas con todas las marchas existentes, en segunda, en tercera, en cuarta, en quinta, y que desafíes a todas las leyes para volver a comenzar por la primera desde el final hasta el principio, desde el principio hasta el final, y repitas ese camino miles de veces sin cansarte nunca.

Pero que quede claro, no soy de jurar eternidades, ni de prometer infinitos y me cuesta bajar los muros en esta sociedad que innumerables veces me ha bombardeado, pero quiero que me encuentres a tu lado justo en el momento en el que sientas que la soledad visita tu vida, ser ese apoyo que siempre tengas a tu lado para llegar a tus metas y el aire que te alienta cuando sientas que ya no puedes más. Quiero ser la mejor de tus victorias y que se te colme el orgullo al verme a tu lado. Quiero ser el diario en el te expresas siempre libremente, sin miedos ni tapujos, ser tu refugio.

Sé que todo esto te sonará raro, yo, que siempre te molesto una y otra vez hasta sacarte la sonrisa, que te pico en cada ida y vuelta. Yo, que te declaro la guerra cuando, en realidad, lo único que quiero es declararte el amor en cada esquina de mi cama. Yo, que te reniego cuando, en realidad, estoy frita por reclamarte unos besos. Yo, que me muestro dura cuando sólo quiero bajar mis defensas y darte dulzura.

Y como buen contrario, estás tú, que me has aguantado en mis peores rabietas y sigues queriendo verme.Tú, que me has visto llorar y no has salido corriendo, que escuchas mis secretos con admirable paciencia y me tiendes la mano hasta cuando no la pido. Tú, que siempre has demostrado merecerlo todo. Déjame dártelo, más y mejor. Porque a tu lado puedo ser yo misma y porque no hay nada más glorioso que estar contigo en pleno apogeo de tu sinceridad, cuando muestras tus inseguridades, tus dudas, tus sueños, tus ideas... Y qué daría yo por sostenerte las manos cada vez que te muestras,  y qué haría yo por arrastrarte a vivir mil cosas, mil sitios, mil momentos, gritar que somos jóvenes mientras perseguimos el atardecer y abrazarnos a la locura para luego caer juntos en la tranquilidad.

Creo que ya queda muy claro mi secreto, ese secreto que me cuesta decirte porque no encuentro nunca el valor suficiente para, siquiera, susurrarlo. Ese que ya no es sólo mío, que ya es tuyo, que ya es nuestro. Así que puede que cuando lo sepas quieras irte, te dé miedo, te decepcione o prefieras darle la espalda. Sólo espero que pase lo que pase, nunca te olvides, que mantengas en tu memoria que te quiero, te quiero sin saber exactamente desde cuándo y desde dónde, te quiero porque es imposible no quererte. Te quiero.


miércoles, 10 de agosto de 2016

En el mismo punto.

Es curioso ver
como intentamos cambiar el rumbo,
perdernos  de vista mutuamente en el mapa,
la manera en la que intentamos esquivarnos,
este, oeste,
bajas, subo,
oeste, este
subes, bajo,
y aún así,
siempre acabamos en el mismo punto,
queriéndonos.

lunes, 1 de agosto de 2016

Tócame

Mi mirada te susurraba: "tócame".
El ritmo melodioso de tus acompasadas manos,
deslizándose lentamente por la curva de mis deseos.

Mis labios te insinuaban: "tócame",
y bajaste con compás lento
midiendo cada milímetro
la gran longitud de mis sueños.

Mis yemas te imploraban: "tócame",
y suavemente ascendiste
hasta llegar a la columna de mis recuerdos,
deteniéndose un poco más en el vértice inicial de mi existencia.
Escalaste,
firme,
hasta llegar a la cima de mis inseguridades,
y no, no te detuviste,
hasta conocer ese recoveco
donde se alojan más palabras silenciadas que pronunciadas.

Entonces, tu mano extendiste
y alcanzaste el epicentro de mi ser,
mis anhelos se durmieron,
mis penas fueron a dar un largo paseo,
mi alegría vistió de gala,
mi amor se desnudó ante ti.

Mi cuerpo entero te llamaba.
te suplicaba,
te aclamaba:
"Tócame,
tócame siempre,
tócame siempre el alma."

jueves, 28 de julio de 2016

La última vez que te extrañé...

Siento que ha pasado un siglo desde la última vez que te extrañé, pero entonces, un cosquilleo comienza a recorrerme el cuerpo y son tus manos rogando caricias las que aparecen en mi mente sin pedir permiso para entrar. Y el recuerdo de tus labios, siempre tan maleducado llegando sin avisar, sin advertirme de que otra vez venía el antojo del gusto de tu boca, sabor que juro que es exclusivamente tuyo, porque nadie me ha besado igual, con las mismas dosis de lentitud y pasión, esa ternura mezclada con el deseo producido por un fuego que me quemó entera cuando se disipó.

Y a la fiesta del recuerdo comienzan a unirse todo aquello que nos decíamos, los gestos que sólo entendíamos nosotros, esos silencios que llenaban los huecos de nuestras sonrisas cuando nos mirábamos sin tapujos, sin rodeos, en mitad de la intimidad, cara a cara, frente a frente, mirada a mirada... Labios a labios.

Poco a poco comienza a invadirme la alegría que me producía tener entre mis manos tu confianza, saber de ti, de lo que te aliviaba la rutina, lo que le inquietaba a tu conciencia, de la ironía de tus días y de cómo te pesaban algunas cosas al final. Sonrío, sin ser consciente, al autoproyectarme, una vez más, la manera en la que me buscabas con y sin motivos, a cada tantas horas , cuando sabías que a tu voz la tranquilizaba la mía. Zarandeo la cabeza intentando regresar de este pequeño viaje en el tiempo y cada vez apresuro más mi andar, pero me alcanzan las instantáneas ocultas en el cajón de mi memoria, que hablan de los paseos con destino hasta donde lleguemos con tal de aún no soltar tu mano, los besos escondidos detrás de ciertas esquinas improvistas, el temblor de mi cuerpo ante el contacto de tus yemas...

Se me endulza la vista al volver a ver de forma tan clara el brillo de nuestros ojos cuando reíamos como si a nuestro alrededor, la gente con prisa en sus relojes, las tiendas en movimiento, los bancos llenos... Todo, sólo fuera mera decoración. Y me llenan el cuerpo estas jodidas ganas de tener tu nombre en mi móvil, mis brazos rodeando tu espalda, tu cabeza apoyada sobre la mía, los roces con promesas de ser correspondidos, estas ganas tan insanas de tenerte... Durante unos segundos vuelvo a sentir cuanto te quería y un rayo de hielo me atraviesa. Helada, palpo el presente como si se acabara en mi cuerpo el efecto de la morfina tras un grave golpe. Me sacude, me golpea, me derrota y vuelvo a caer, a añorarte, a extrañarte... A mimar estos recuerdos que ya sólo viven en mí de la misma manera con la que quiere un adicto reincidente su droga.

Pasan innumerables bocanadas de minutos llenos de un anhelo, de una nostalgia, que se va disipando lentamente. Camina y camina el tiempo. Finalmente, consigo alejarme de esta necesidad de mi pecho de ti, me levanto, me olvido, piso fuerte hacia delante y entonces, siento que ha pasado un siglo desde la última vez que te extrañé...




jueves, 7 de julio de 2016

Siempre me ha gustado la noche...

Siempre me ha gustado la noche, con su magia escondida y su misterio incitante, con sus hechizos que nos erizan la piel y su ilusión brillante en la penumbra, con su manía de hacernos a todos siempre un poco más valientes, un poco más atrevidos. Tiempo en el que las sombras salen a bailar.

Siempre me ha gustado la noche, verdadera hora de aventuras y fantasías que nos han impuesto que no son reales, la hora del peligro, de la adrenalina y de la emoción. Horas dominadas por la locura, por las ansias de diversión, de tener la sensación de que la sonrisa no se va a caer de la cara. Tiempo en el que todos somos siempre más nosotros.

Siempre me ha gustado la noche, lugar donde se llenan los ojos de todo lo que ha dolido durante el día, desechándolo en forma de gotas que corren por nuestra fachada, calmante del pecho, siempre sobrecargado de amor y dolores. Lugar que tiene el poder de hacernos siempre más guapos, más sexis, de sacar ese lado que no solemos mostrar cuando nos sentimos amenazados por el miedo de ser vistos por el sol. Tiempo en el que se cae la máscara del corazón y respiramos más aliviados al saber que en medio de la oscuridad nadie puede ver nuestros puntos débiles, que ya no son tan débiles cuando con ellos adornamos la luna y nuestros deseos y anhelos acompañan con la vista a las estrellas.

Siempre salimos más tontos, más locos, más rotos, más cosmos.
Es ese momento del día en el que encontramos todo aquello que no se puede ver cuando la claridad invade al mundo. Y entre las cosas que se pueden hallar ocultas, te descubrí a ti, tímido en medio de la música, expectante delante de mi mirada. No necesitábamos presentarnos, nuestras sonrisas se adelantaron, y menos mal que siempre llevo en el bolso un poco de cordura para saber que no te podía dejar escapar, porque cuando tus pupilas brillaron para mí en ese choque inesperado de cuerpos, supe que tenías algo que siempre le ha faltado a todo lo demás.






Poco a poco fui descubriéndome intentando cazar lo que se te pasa por la cabeza cuando callas y miras a la nada, fui pillándome pensando en cual podía ser tu siguiente locura cuando me coges la mano y me empujas a vivir mundo contigo. Sin saberlo, nació esa complicidad de poder quitarle la ropa a mis miedos, desilusiones  e inseguridades, dejándote que las contemples sin deparo y permitiéndote que las mimes como yo nunca he sabido hacerlo. Esa magia que llevas a todos lados como si fuera tu colonia, impregnando todo lo que te rodea de algo especial, pero en realidad no es algo, sino el conjunto de los trucos de tus ojos más acogedores que la manta en enero, tu risa más alegre que mayo, tu voz más cálida que agosto. Y no sé cómo, te convertiste en mi acertijo favorito, que tus secretos parecen estelas brillando en el sinsentido de la vida, tus abrazos son el refugio de mi nostalgia, y tu sonrisa es el mejor calco de la media luna.

Siempre me ha gustado la noche, pero ahora, mi noche, eres tú.

domingo, 26 de junio de 2016

Algo de ti se quedó en mí...

Para mi memoria parece que fue ayer cuando nuestros labios se sonreían uno frente al otro en medio de un atardecer privilegiado, de esos que gritan la belleza de la vida. Parece que fue hace unas horas cuando nuestras mejillas ardían en la timidez de una cercanía soñada en secreto. Parece que fue hace unos minutos cuando me quedé dormida con el sabor de tu cariño pegado a mi boca.

Sin embargo, el avión despegó hace mucho y el reloj ya ha corrido demasiado desde la última vez que nuestras manos se abrazaron, tan ansiosas por capturar en las del otro roces con sabor a aquí y ahora. El tiempo ya ha volado bastante desde aquel punto en el que nos robábamos besos a escondidas del destino y nos abrazábamos como si la amenaza de una despedida no existiera, como si fuera tu pecho el único lugar donde me pudiera perder, como se pierden las miradas de los enamorados tristes en el infinito del mar. Nos sobraron días para marcarnos, nos faltaron para seguir queriéndonos.

Pero existen "adiós" que son inevitables, por mucho que nos obliguemos a callar, a intentar no pronunciarlo para no hacerlo realidad.  Contigo aprendí a pronunciar un adiós mientras te digo "te quiero" con los ojos.

Desde entonces nos separan cien mil olas, diez mil terrenos y mil y una callejuelas que se entrelazan entre ellas, cómplices del rumbo marcado por esta vida, que nos da las enseñanzas como si fueran llamas, que nos abrasan y nos derrumban, dejándonos siempre hechos cenizas y obligándonos a volver a renacer de esos restos de nosotros. Desde entonces han zarpado demasiados "te echo de menos", de los cuales la mayoría no  han llegado a tu puerto sanos y salvo porque han sido derrotados por el sonido de tormentas pronunciadas por mis miedos y asustados por la soledad de la nada.

La realidad me golpea la cara cada vez que te extraño y alguna que otra lágrima se desliza, de vez en cuando, entre la rabia de no ganar nunca esta guerra contra este azar impuesto desde que nacimos. Ya sólo me queda la brisa que desmelena estos sentimientos y se los lleva para acariciarte la espalda.

Y a pesar de que ya no seamos los mismo, aunque tengamos más cicatrices de guerra y unos rasgos más marcados por la madurez del paso de los años, aunque hayamos navegado en otras pieles y hayamos querido otros labios, aunque el paso de las experiencias hayan hecho mella en nuestra sonrisa y nuestra mirada ya no sea tan ingenua. A pesar de que ya nos hayamos convertido en un recuerdo tan lejano, un efímero sueño, un suspiro. Sé que nos sellamos tan bien que a pesar de todo y de todos, algo de mí se quedó en ti, algo de ti se quedó en mí.

lunes, 13 de junio de 2016

Que te busco y ya no te encuentro.

El mundo se ve demasiado gris desde que no estás aquí, o tal vez sea yo, que perdí el sentido de los colores después de tu marcha. Veo la rutina pasar como si de una película en blanco y negro se tratara, combinando la gama de grises entre las alegrías y las hermanas de mis penas.

Todas las mañanas el brillo de mis ojos se entristece un poco más al contemplar como los sueños, donde me entrelazo con la calidez de tu sonrisa, huyen por la ventana y vuelan. "Ojalá que vuelen para estar a su lado", me repite siempre la vana esperanza inquieta, anhelando que, aunque sea sin querer, mi rostro se cruce en tu vaga memoria. En el fondo, mi pecho sabe que no es así, que mi nombre pasó por tu vida como pasa el agua fría en las duchas de invierno, rápida y fugaz. Mis caricias fueron plumas que pasaron rozando ligeramente tu tez. Mis labios, un atardecer más de los muchos que se asoman siempre en verano. Mi cariño fue solo un ingrediente que al final echaste de más para realizar la receta de tu día a día. Pero juro que mis plumas te acariciaron de la forma más dulce que sabían y este atardecer veraniego te adoró con todas sus fuerzas, que a esta agua le encantaba perderse en las notas del título de tu mirada y mi ingrediente siempre te visitaba con su plena alegría.

Fui un fantasma que te dio todo lo que tenía para mimar el balcón de tus dientes y fui ese intento patético de darle luz a la oscuridad de tus pesares. Ni siquiera tuve tiempo de grafitearte a besos todos estos sentimientos que parece quedarte grandes. Ni siquiera tuve espacio para llenar el cajón de tus minutos vacíos de estas emociones que parece quedarte extensas.

No sé en qué punto del camino se quedó la ilusión que inundaba mis días, no sé en qué instante abandoné la vía que recorría cada poco para sonreír, ni sé en qué momento las lágrimas de mi bolígrafo dejaron de importarte. Por saber, sólo sé que perdieron todo su sentido desde que saliste por la puerta de mi vida el escribirte y quererte, el versarte y amarte. Te convertiste, desde ese día, en la magia de crear un imposible en arte.

Y si debo confesar algo, admito al viento que estoy perdida, que ando por las calles con el único rumbo para llegar al lugar prohibido en mi mente, tus brazos,que me paro en todas las esquinas al recibir el flash del relieve de tu cara, que las cuestas son más cuestas cuando me acompaña tu recuerdo y las subidas son más pesadas desde que me persigue tu indiferencia, que no te encuentro y te busco, que te busco y ya no te encuentro.

lunes, 6 de junio de 2016

Te lo imploro.

Y aquí estoy, esperando tu llegada tan ansiosa...Miro y remiro por la ventana y ya te noto tan cerca... Si supieras cuantas veces te he anhelado, todas las veces que te he pensado y te he imaginado aquí, iluminándome la piel con los rayos de tu esencia...

Eres ese deseo que se cuela entre las letras de mis apuntes y le guiña el ojo a mis nervios persistentes. Eres ese sueño que he sentido tantas veces tan lejano y por fin estás tan próximo que juro que comienzo a desestimar a los imposibles, porque tu venida es, sin duda, el más bonito de los posibles.

Cada día noto cada vez más esa alegría tan tuya impregnada en la atmósfera que nos acaricia cuando llega a su hora punta el día en su mitad. Ya casi puedo sentir en mis labios el sabor de tu salada libertada y tu adrenalina soleada en mi sonrisa, ya casi te puedo visualizar cargado de amores de un instante, roces ingenuos de una noche y besos que prometen salpicar los atardeceres. Percibo, cada vez más, las melodías de tus noches y tu capricho continuo de vivir sin horas.

Por favor, no te demores más, no ralentices este suplicio transformado en espera, porque ya no existen números para exclamar cuanto necesito, aunque sea un poco, de ti. Ven, anda, ven salvaje, loco, atrevido, apasionado, rebelde.

Aparece cuanto antes, por favor, aparece, te lo imploro impaciente, inquieta, con tantas ganas de ti. Regresa, anda, regresa como solo tú sabes, espontáneo, divertido, risueño, desvergonzado. Desmelena mis días, lléname de sueños renovados, de felicidad porque sí, de ilusiones y locuras sin descanso. Porque no veo la semana, el día, el momento para verte una vez más cara a cara, porque no veo la hora, por favor, llega ya, verano.

domingo, 29 de mayo de 2016

Sin querer o queriendo...

Que sí, que somos independientes, pero a veces aparece alguien con una capa transparente, y sin querer o queriendo, te salva de algunos agujeros negros de donde no se puede volver sola. Y se convierte momentáneamente en héroe de la oscuridad, porque sin querer o queriendo, te empuja hacia arriba, te mantiene de pie, te mima la sonrisa y, en ocasiones, hasta el corazón. Agua oxigenada en forma  de risa, betadine en forma de besos, tiritas y suturas en forma de abrazos. Y vuelan alrededor de lo que te asfixia y, sin querer o queriendo, lo golpea, lo machaca, lo destruye.

Que sí, que no dependemos de nadie, pero a veces algunas personas se dejan caer en mitad de la pena que se cuela en los días afligidos y nos cala hasta el alma. Que luchan contra nuestra nube de dudas e inseguridades con la que se nos cae la sonrisa y reducen sus dimensiones con grandes dosis de escucha y te extienden una gran receta de consejos. Y porque, sin querer o queriendo, te lanzan hacia lo que le va mejor a tus ojos para lucir el sabor de la felicidad y se transforman, temporalmente, en salvadores de lo mejor de ti. Porque sin querer o queriendo, te diagnostican las necesidades de tu bienestar y te inyectan fuerzas para romper las cadenas opresoras de la ceguera de nuestro dolor mezclado con la decepción.

Que sí, que somos autónomos de nuestro destino, pero hay personas que sin querer o queriendo, te derraman encima una lluvia de espontaneidad y alegría y te impregnan de locura. Que sin querer o queriendo, te hacen olvidarte de todo, que te hacen vivir  el día, o la vida, quién sabe, mucho más fácil.

Que sí, que somos libres pero sin querer o queriendo, te conviertes en el protagonista de alguno de mis ´te quiero´, en el héroe de mis peores momentos.

domingo, 22 de mayo de 2016

La claridad de tu noche.

Entre más horas pasan, más dudas tengo, pero todos los miedos que giraron en mi cabeza como si fueran ropa dentro de la lavadora se caen de la cama desde que entras por la puerta.

Vacilas al rozar con tus acogedores labios mis cálidas mejillas, tus ojos dudan sobre la respuesta que diste para resolver este acertijo en forma de saludo. Tus pupilas tiemblan como sólo un interrogante sabe temblar al no saber en que lugar de mi mapa posarse.

Pero comienza la noche y todo se ve más claro, me miras y mi carmín te sonríe, te miro y tus manos me dan la bienvenida luchando contra el vacío para romper estos centímetros de tortura que nos separan. Al final, nuestros besos dulces se chocan en plena búsqueda y se gustan tanto que se niegan a separarse. Mi cuello se transforma en una carretera que espera ansiosa el paseo de tus labios.
Entonces comienza, ya ha empezado, ese ardor que se prende contigo y se apaga en ti. Rozas con tus sutiles dedos la tira  molesta de mi inoportuna camiseta y mis dedos se enmarañan en el desorden de tus cabellos. Mi alma se convierte en una llama ambulante que necesita de ti y la oscuridad se vuelve el único testigo de  nuestra intimidad compartida.

Las orillas de nuestras bocas ascienden y descienden por los puntos más débiles de nuestra conciencia plasmada en piel y nos arañamos de una forma tan cariñosa que hasta las manecillas del reloj se paran para contemplarnos.

Caemos, caemos en picado, caemos abrazados, caemos desesperados por romper la lógica del espacio y estar cada vez más cerca, caemos en el deseo de tenernos como si no existiera el tiempo, las personas, el mundo, como si sólo existieran nuestras almas entrelazadas.

Tus caricias muerden las superficies de mi tez y yo, recorro con los ojos cerrados los senderos de tu espalda. Y mientras danzamos, tus labios encuentran los míos, tu mano se enreda a la mía, tu deseo colma al mío, y me siento tan plenamente tuya.

Nuestras voces se rinden ante los anhelos recíprocos, y somos, por unos segundos, tan nuestros, que ni el amante mejor amado nos creería. Pero acaba la noche y vuelve a saludar desde lejos el sol, te vas y mis miedos vuelven, te esfumas y mis dudas regresan. Desaparece contigo la luz de la noche y vuelve el día con su oscuridad machacona, pero no me altero, no perezco en el desconsuelo, de la misma forma en la que reaparecen las estrellas reaparecerá la claridad, volverá, volverás.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Quédate

Me has pedido tantas veces que te diga lo que siento por este dúo de almas que a ratos se quieren entre abrazos con sabor a calma. Me has dado tanto... apretones de manos con textura reconfortante, sonrisas con tirones hacia la felicidad instantánea y chistes contados a medias risas que completan los silencios cómplices de nuestras miradas.

Mi voz siempre amordazada por el pánico de mis pánicos, por el espanto de mis espantos, por el miedo de mis miedos. Porque mis perturbaciones tiemblan cuando llega para tomar el té el temor de que  mi vida te pierda, de que en volandas te marches, en que solo quieras enseñarme la luz de tu espalda desde la distancia, de que me conviertas en la mujer invisible por la que un día sentiste tantas cosas tan visibles que juro que casi las puedo acariciar...

Así que antes de que sea tan tarde que ya hayas echo la maleta con todos esos mimos nacidos en tu pecho que lloran mi nombre, antes de que el avión de tus metas haya despegado dejando en un atrás perpetuo el aeropuerto de mi corazón. Antes de que sea tan tarde que deba dibujarte a cada tantas horas en papeles inmaculados para poder volver a verte. Permíteme susurrarle  a tus "te quiero" que nunca estuvieron solos, que siempre les acompañaba desde la distancia los míos. Que cuando compartimos el mismo espacio no tengo mente para nada más que no seas tú y tus locuras, tú y tus problemas, tú y tus manías, tú y solo tú. Concédeme la oportunidad de demostrarle a tu sombra que la mía siempre la ha abrazado con toda su ternura. Y que soy una persona independiente que anhela comenzar, caminar, luchar y llegar a sus sueños contigo a su lado. Dale la oportunidad a tu desazón de conocer que mi alma se cree que es un pirata que encontró el mayor de los botines desde el día en el que te conocí. Por eso, de cuando en cuando me gusta tanto robarte besos, porque es la mejor de las maneras de disfrutar del tesoro más bonito del mundo, de ti.

Sólo me quedan cinco segundos antes de que te marches por la puerta, y las palabras, nerviosas, se golpean en mi voz para poder llegar a ti de forma precipitada. Pero consigo gritar la suplica de que te quedes, "por favor, quédate", porque quiero seguir siendo la cura de todas tus heridas, la cama donde tus miedos se tranquilizan, el fuego de todas tus pasiones, los labios donde te refugias del agobio del mundo cuando cae la noche.
Solo me quedan tres segundos y ya tienes medio pie fuera y los latidos de mi corazón maltratan furiosos la incapacidad de mis palabras de no saber detenerte. Corro y me estampo con uno de los mejores de mis vicios, tu mirada. Mis piernas, torpes, se enredan en forma de petición sobre la estrechez de tu cintura. Mi frente se pega a la tuya en un último intento de quererte telepáticamente .
Nuestros labios se alargan para intentar decirse más de cerca todos los segundos que se han extrañado, y por fin me armo de valor, por fin le digo a tu boca lo que debería haber pronunciado mucho, mucho antes:
"Quédate, porque mis silencios solo exclamaban con mayúsculas todo lo que te quiero. Quédate, porque te quiero seguir queriendo como si no existiera límite. Quédate, te quiero más que a los efectos secundarios de la felicidad, y eso, ya es demasiado. Quédate. Te quiero. Quédate."


martes, 3 de mayo de 2016

No te mereces otra cosa

En atardeceres como este, donde la oscuridad abraza paulatinamente a la claridad y se fusiona con ella en un azul dulce, mis deseos te susurran "déjate", déjate llevar, déjate arrastrar por esta tonta ilusión de nuestras palmas de abrazarse a ratos, déjate mover por los pasos tiernos que da esta emoción indefinida por rodearnos la cintura como si de un tesoro se tratara, déjate trasladar por este fuego que brota de nuestro pecho y estas chispas saltarinas que nacen de las yemas de nuestros dedos.
Qué tímida se pone mi sonrisa cuando me miras como si no hubiera nadie más.

Mis sueños te suplican "olvida", olvida los mañana, olvídate del demonio que habita en los miedos y que hace temblar esta cuerda del bienestar, a veces tan inestable. Olvídate de los " Y si..." que vienen en forma de viento para llevarse todo aquello que podemos saborear.
Hay que ver qué dóciles se vuelven mis oídos cuando escuchan la melodía de tu voz.

Mi ilusión te expresa "perdona", perdona los daños y los fallos, perdona la torpeza de una inconsciente principiante en este reto de conocer a qué estamos destinados, perdona la excesiva inocencia de un alma que solo quiere querer.
Qué tonta se pone mi mirada cuando contempla cada centímetro de tu perfecta piel.

Mi corazón te pide "quiere", quiere con tu sinceridad desnuda, quiere los trozos del puzle de la vida que nos ha tocado vivir juntos, quiere todos y cada uno de los segundos en los que el resto del mundo se va de paseo, para dejarnos la gloria de la unión de dos esencias, sin más complicación que la de esa sencilla operación matemática.
Qué erizada se encuentra siempre mi memoria cuando la pillo pensando en ti.

Pero sobre todo, todo mi ser te pide "vive", vive como si no hubiera mañana. Vive íntegramente, como si las manecillas del reloj amenazaran a voz en grito con pararse en el siguiente segundo. Vive vehementemente, como si la vida fuera a terminar en el siguiente suspiro. Vive intensamente porque es la única forma de encontrar felicidad hasta en las lágrimas de los días tristes, y tú, paraíso andante, no te mereces otra cosa que ser feliz.