jueves, 28 de julio de 2016

La última vez que te extrañé...

Siento que ha pasado un siglo desde la última vez que te extrañé, pero entonces, un cosquilleo comienza a recorrerme el cuerpo y son tus manos rogando caricias las que aparecen en mi mente sin pedir permiso para entrar. Y el recuerdo de tus labios, siempre tan maleducado llegando sin avisar, sin advertirme de que otra vez venía el antojo del gusto de tu boca, sabor que juro que es exclusivamente tuyo, porque nadie me ha besado igual, con las mismas dosis de lentitud y pasión, esa ternura mezclada con el deseo producido por un fuego que me quemó entera cuando se disipó.

Y a la fiesta del recuerdo comienzan a unirse todo aquello que nos decíamos, los gestos que sólo entendíamos nosotros, esos silencios que llenaban los huecos de nuestras sonrisas cuando nos mirábamos sin tapujos, sin rodeos, en mitad de la intimidad, cara a cara, frente a frente, mirada a mirada... Labios a labios.

Poco a poco comienza a invadirme la alegría que me producía tener entre mis manos tu confianza, saber de ti, de lo que te aliviaba la rutina, lo que le inquietaba a tu conciencia, de la ironía de tus días y de cómo te pesaban algunas cosas al final. Sonrío, sin ser consciente, al autoproyectarme, una vez más, la manera en la que me buscabas con y sin motivos, a cada tantas horas , cuando sabías que a tu voz la tranquilizaba la mía. Zarandeo la cabeza intentando regresar de este pequeño viaje en el tiempo y cada vez apresuro más mi andar, pero me alcanzan las instantáneas ocultas en el cajón de mi memoria, que hablan de los paseos con destino hasta donde lleguemos con tal de aún no soltar tu mano, los besos escondidos detrás de ciertas esquinas improvistas, el temblor de mi cuerpo ante el contacto de tus yemas...

Se me endulza la vista al volver a ver de forma tan clara el brillo de nuestros ojos cuando reíamos como si a nuestro alrededor, la gente con prisa en sus relojes, las tiendas en movimiento, los bancos llenos... Todo, sólo fuera mera decoración. Y me llenan el cuerpo estas jodidas ganas de tener tu nombre en mi móvil, mis brazos rodeando tu espalda, tu cabeza apoyada sobre la mía, los roces con promesas de ser correspondidos, estas ganas tan insanas de tenerte... Durante unos segundos vuelvo a sentir cuanto te quería y un rayo de hielo me atraviesa. Helada, palpo el presente como si se acabara en mi cuerpo el efecto de la morfina tras un grave golpe. Me sacude, me golpea, me derrota y vuelvo a caer, a añorarte, a extrañarte... A mimar estos recuerdos que ya sólo viven en mí de la misma manera con la que quiere un adicto reincidente su droga.

Pasan innumerables bocanadas de minutos llenos de un anhelo, de una nostalgia, que se va disipando lentamente. Camina y camina el tiempo. Finalmente, consigo alejarme de esta necesidad de mi pecho de ti, me levanto, me olvido, piso fuerte hacia delante y entonces, siento que ha pasado un siglo desde la última vez que te extrañé...




2 comentarios:

  1. Un relato muy redondo. Quizá se podría sosegar esa marabunta de imágenes, pero me parece que el cierre justifica la estructura escogida. Muy sentido, si señor! Mis felicitaciones!

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  2. Muchísimas gracias de todo corazón por el comentario, ni te imaginas lo que me alegra saber que te guste. Con respecto a la marabunta de imágenes, sin duda alguna, me gusta mucho crear imágenes utilizando las letras como pincel y admito que debería de tranquilizarlas un poco, pero he de confesar que para mí son como los sentimientos, afloran rápido e intensamente, por eso, a veces, me cuesta tanto calmarlas para poder pintarlas bien. Espero poder mejorar poco a poco jaja. Mil millones de gracias una vez más. ¡Un besazo enoooorrmee!

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