domingo, 29 de mayo de 2016

Sin querer o queriendo...

Que sí, que somos independientes, pero a veces aparece alguien con una capa transparente, y sin querer o queriendo, te salva de algunos agujeros negros de donde no se puede volver sola. Y se convierte momentáneamente en héroe de la oscuridad, porque sin querer o queriendo, te empuja hacia arriba, te mantiene de pie, te mima la sonrisa y, en ocasiones, hasta el corazón. Agua oxigenada en forma  de risa, betadine en forma de besos, tiritas y suturas en forma de abrazos. Y vuelan alrededor de lo que te asfixia y, sin querer o queriendo, lo golpea, lo machaca, lo destruye.

Que sí, que no dependemos de nadie, pero a veces algunas personas se dejan caer en mitad de la pena que se cuela en los días afligidos y nos cala hasta el alma. Que luchan contra nuestra nube de dudas e inseguridades con la que se nos cae la sonrisa y reducen sus dimensiones con grandes dosis de escucha y te extienden una gran receta de consejos. Y porque, sin querer o queriendo, te lanzan hacia lo que le va mejor a tus ojos para lucir el sabor de la felicidad y se transforman, temporalmente, en salvadores de lo mejor de ti. Porque sin querer o queriendo, te diagnostican las necesidades de tu bienestar y te inyectan fuerzas para romper las cadenas opresoras de la ceguera de nuestro dolor mezclado con la decepción.

Que sí, que somos autónomos de nuestro destino, pero hay personas que sin querer o queriendo, te derraman encima una lluvia de espontaneidad y alegría y te impregnan de locura. Que sin querer o queriendo, te hacen olvidarte de todo, que te hacen vivir  el día, o la vida, quién sabe, mucho más fácil.

Que sí, que somos libres pero sin querer o queriendo, te conviertes en el protagonista de alguno de mis ´te quiero´, en el héroe de mis peores momentos.

domingo, 22 de mayo de 2016

La claridad de tu noche.

Entre más horas pasan, más dudas tengo, pero todos los miedos que giraron en mi cabeza como si fueran ropa dentro de la lavadora se caen de la cama desde que entras por la puerta.

Vacilas al rozar con tus acogedores labios mis cálidas mejillas, tus ojos dudan sobre la respuesta que diste para resolver este acertijo en forma de saludo. Tus pupilas tiemblan como sólo un interrogante sabe temblar al no saber en que lugar de mi mapa posarse.

Pero comienza la noche y todo se ve más claro, me miras y mi carmín te sonríe, te miro y tus manos me dan la bienvenida luchando contra el vacío para romper estos centímetros de tortura que nos separan. Al final, nuestros besos dulces se chocan en plena búsqueda y se gustan tanto que se niegan a separarse. Mi cuello se transforma en una carretera que espera ansiosa el paseo de tus labios.
Entonces comienza, ya ha empezado, ese ardor que se prende contigo y se apaga en ti. Rozas con tus sutiles dedos la tira  molesta de mi inoportuna camiseta y mis dedos se enmarañan en el desorden de tus cabellos. Mi alma se convierte en una llama ambulante que necesita de ti y la oscuridad se vuelve el único testigo de  nuestra intimidad compartida.

Las orillas de nuestras bocas ascienden y descienden por los puntos más débiles de nuestra conciencia plasmada en piel y nos arañamos de una forma tan cariñosa que hasta las manecillas del reloj se paran para contemplarnos.

Caemos, caemos en picado, caemos abrazados, caemos desesperados por romper la lógica del espacio y estar cada vez más cerca, caemos en el deseo de tenernos como si no existiera el tiempo, las personas, el mundo, como si sólo existieran nuestras almas entrelazadas.

Tus caricias muerden las superficies de mi tez y yo, recorro con los ojos cerrados los senderos de tu espalda. Y mientras danzamos, tus labios encuentran los míos, tu mano se enreda a la mía, tu deseo colma al mío, y me siento tan plenamente tuya.

Nuestras voces se rinden ante los anhelos recíprocos, y somos, por unos segundos, tan nuestros, que ni el amante mejor amado nos creería. Pero acaba la noche y vuelve a saludar desde lejos el sol, te vas y mis miedos vuelven, te esfumas y mis dudas regresan. Desaparece contigo la luz de la noche y vuelve el día con su oscuridad machacona, pero no me altero, no perezco en el desconsuelo, de la misma forma en la que reaparecen las estrellas reaparecerá la claridad, volverá, volverás.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Quédate

Me has pedido tantas veces que te diga lo que siento por este dúo de almas que a ratos se quieren entre abrazos con sabor a calma. Me has dado tanto... apretones de manos con textura reconfortante, sonrisas con tirones hacia la felicidad instantánea y chistes contados a medias risas que completan los silencios cómplices de nuestras miradas.

Mi voz siempre amordazada por el pánico de mis pánicos, por el espanto de mis espantos, por el miedo de mis miedos. Porque mis perturbaciones tiemblan cuando llega para tomar el té el temor de que  mi vida te pierda, de que en volandas te marches, en que solo quieras enseñarme la luz de tu espalda desde la distancia, de que me conviertas en la mujer invisible por la que un día sentiste tantas cosas tan visibles que juro que casi las puedo acariciar...

Así que antes de que sea tan tarde que ya hayas echo la maleta con todos esos mimos nacidos en tu pecho que lloran mi nombre, antes de que el avión de tus metas haya despegado dejando en un atrás perpetuo el aeropuerto de mi corazón. Antes de que sea tan tarde que deba dibujarte a cada tantas horas en papeles inmaculados para poder volver a verte. Permíteme susurrarle  a tus "te quiero" que nunca estuvieron solos, que siempre les acompañaba desde la distancia los míos. Que cuando compartimos el mismo espacio no tengo mente para nada más que no seas tú y tus locuras, tú y tus problemas, tú y tus manías, tú y solo tú. Concédeme la oportunidad de demostrarle a tu sombra que la mía siempre la ha abrazado con toda su ternura. Y que soy una persona independiente que anhela comenzar, caminar, luchar y llegar a sus sueños contigo a su lado. Dale la oportunidad a tu desazón de conocer que mi alma se cree que es un pirata que encontró el mayor de los botines desde el día en el que te conocí. Por eso, de cuando en cuando me gusta tanto robarte besos, porque es la mejor de las maneras de disfrutar del tesoro más bonito del mundo, de ti.

Sólo me quedan cinco segundos antes de que te marches por la puerta, y las palabras, nerviosas, se golpean en mi voz para poder llegar a ti de forma precipitada. Pero consigo gritar la suplica de que te quedes, "por favor, quédate", porque quiero seguir siendo la cura de todas tus heridas, la cama donde tus miedos se tranquilizan, el fuego de todas tus pasiones, los labios donde te refugias del agobio del mundo cuando cae la noche.
Solo me quedan tres segundos y ya tienes medio pie fuera y los latidos de mi corazón maltratan furiosos la incapacidad de mis palabras de no saber detenerte. Corro y me estampo con uno de los mejores de mis vicios, tu mirada. Mis piernas, torpes, se enredan en forma de petición sobre la estrechez de tu cintura. Mi frente se pega a la tuya en un último intento de quererte telepáticamente .
Nuestros labios se alargan para intentar decirse más de cerca todos los segundos que se han extrañado, y por fin me armo de valor, por fin le digo a tu boca lo que debería haber pronunciado mucho, mucho antes:
"Quédate, porque mis silencios solo exclamaban con mayúsculas todo lo que te quiero. Quédate, porque te quiero seguir queriendo como si no existiera límite. Quédate, te quiero más que a los efectos secundarios de la felicidad, y eso, ya es demasiado. Quédate. Te quiero. Quédate."


martes, 3 de mayo de 2016

No te mereces otra cosa

En atardeceres como este, donde la oscuridad abraza paulatinamente a la claridad y se fusiona con ella en un azul dulce, mis deseos te susurran "déjate", déjate llevar, déjate arrastrar por esta tonta ilusión de nuestras palmas de abrazarse a ratos, déjate mover por los pasos tiernos que da esta emoción indefinida por rodearnos la cintura como si de un tesoro se tratara, déjate trasladar por este fuego que brota de nuestro pecho y estas chispas saltarinas que nacen de las yemas de nuestros dedos.
Qué tímida se pone mi sonrisa cuando me miras como si no hubiera nadie más.

Mis sueños te suplican "olvida", olvida los mañana, olvídate del demonio que habita en los miedos y que hace temblar esta cuerda del bienestar, a veces tan inestable. Olvídate de los " Y si..." que vienen en forma de viento para llevarse todo aquello que podemos saborear.
Hay que ver qué dóciles se vuelven mis oídos cuando escuchan la melodía de tu voz.

Mi ilusión te expresa "perdona", perdona los daños y los fallos, perdona la torpeza de una inconsciente principiante en este reto de conocer a qué estamos destinados, perdona la excesiva inocencia de un alma que solo quiere querer.
Qué tonta se pone mi mirada cuando contempla cada centímetro de tu perfecta piel.

Mi corazón te pide "quiere", quiere con tu sinceridad desnuda, quiere los trozos del puzle de la vida que nos ha tocado vivir juntos, quiere todos y cada uno de los segundos en los que el resto del mundo se va de paseo, para dejarnos la gloria de la unión de dos esencias, sin más complicación que la de esa sencilla operación matemática.
Qué erizada se encuentra siempre mi memoria cuando la pillo pensando en ti.

Pero sobre todo, todo mi ser te pide "vive", vive como si no hubiera mañana. Vive íntegramente, como si las manecillas del reloj amenazaran a voz en grito con pararse en el siguiente segundo. Vive vehementemente, como si la vida fuera a terminar en el siguiente suspiro. Vive intensamente porque es la única forma de encontrar felicidad hasta en las lágrimas de los días tristes, y tú, paraíso andante, no te mereces otra cosa que ser feliz.