viernes, 28 de octubre de 2016

Cómo pude tener tanta suerte...

Siempre he caminado dando tumbos por todos lados, alborotada, despeinada, mirando hacia todos lados sin ver a nadie, sin buscar, y mucho menos, sin la intención de encontrar. Siempre he ido a todos lados desmaquillada y, muchas veces, exageradamente sencilla, porque siempre he preferido dormir diez minutos más por las mañanas que declararle la guerra a mis pinturas.

Si es que todo lo bueno llega en el momento más inesperado. Y cómo no, el día que llegaste, me encontraste como cualquiera que me ve todos los días, hecha una locura andante, con unas gafas más grandes que mis ojos y una sonrisa como único accesorio.

Aún no entiendo cómo pude tener tanta suerte el día que llegaste, como para que algo se activara entre nosotros. Bendita esa conexión inesperada y benditos tus ojos que me atraparon desde la primera vez que me topé con ellos. Benditas las bromas que vinieron después y las llamadas con sabor a déjate querer. Benditos los encuentros casuales, y los no tan casuales, y bendita esta amistad que adora las sumas, la cual se empeñó en llevarnos hacia el más. Este más que ahora no cambio por nada y espero que nunca se convierta en resta.

Ahora sigo siendo la misma desordenada y  el mismo desastre de siempre. Pero no sé cómo lo hiciste que esta rutina contigo dentro, me encanta, que tu risa es el brillo de mis ojos y tus besos, el calor de mis mejillas. Uno de mis hobbies preferidos es buscarte las cosquillas y, en mis tiempos libres, me gusta cerrar los ojos y pensar en ti, porque cuando lo hago, sonrío, sonrío muy fuerte, y comienzo a desear tenerte aquí para darte todos esos besos que te tengo guardados. Es verte y querer volverte loco, devorarte a besos, convertirme en el mareo del que nunca te quieras librar, de ese que te escucha cuando necesitas desahogarte, de ese que sientes que está cuando nadie más está.

Así que bendito tú, que me adoras libre y con mi cara de dormida, que agradeces que sea una mimosa para darme abrazos todo el rato y que te gusta hasta lo que a mí no me gusta de mí misma. No sé cómo pude tener tanta suerte, pero espero que venga de un pozo sin fondo, porque el día que saque coraje, te diré todo lo que mi pecho ha estado callando durante todo este tiempo, como, por ejemplo, que no hay nadie con el que me sienta más yo que contigo, que eres tranquilidad y calma, pero también alegría y entusiasmo. Que no todos los días serán buenos, pero si caemos, que sea en la cama, si nos perdemos, que sea entre las sábanas, y si nos peleamos, que sea con las almohadas. Y para mí, esto no son escenas de ninguna película de amor, ni capítulos de una novela, ni mucho menos, un amor idílico, sino algo mucho mejor, porque es compartir aficiones, lágrimas, locuras, secretos, silencios y sonrisas. Es dar todo tu cariño y volver a casa con el corazón lleno. Que contigo soy niña, rebelde e inocente, pero también soy mujer, madura y pícara. Que contigo no hay mariposas, ni un zoológico, que contigo hay felicidad y eso es más que suficiente.

Pero, sobre todo, decirte que te quiero. Te quiero para todo, por todo y con todo. Te quiero de manera inmensamente ilimitada. Te quiero como sólo un `te quiero`puede querer.


sábado, 22 de octubre de 2016

Frío

Hace calor en todas partes,
en todas las esquinas,
en todas las calles.
Y, sin embargo,
yo sólo encuentro frío.

Frío,
frío en tu mirada,
que me observa siempre con dureza.

Frío
en mi piel,
que se eriza desolada
como reclamo de tus besos.

Frío
en mis labios,
que anhelan el calor de los tuyos.

Frío en todos lados,
en todos sitios.

Frío,
frío en mis mejillas,
que ya no sienten
el rubor que les producías.

Frío
en mi risa,
que ya no suena igual
desde que te fuiste.

Frío
en mis pestañas,
que ya no guardan improvisadas instantáneas
del paisaje de tus ojos.

Frío en los días,
frío en las noches.

Frío,
frío en mis manos
porque ya no miman
a ningunas otras después de las tuyas.

Frío
en mis brazos,
que se sienten vacíos
desde que ya no te rodean.

Frío
en mi cintura
que se siente desabrigada
desde que ya no la abrazas.

Frío en  mis recuerdos,
frío en mi memoria.

Si es que te fuiste,
dejando una tormenta a tu nombre
y yo acabé
helada hasta las lágrimas,
calada hasta el alma.




jueves, 13 de octubre de 2016

En otra vida.

Creo que ya va siendo hora de irme, de ponerme las botas y preparar el adiós. Ya va siendo el momento, aunque duela, aunque me deshaga, de coger un itinerario y comenzar a caminar, así, sin rumbo definido, a lo que me tenga preparado la vida, pero lejos de ti.

A pesar de que sé, aunque aún no lo haya vivido, que se aproximan meses largos, eternos, infinitamente duros. Sé que te extrañaré constantemente, sé que te pensaré  a cada hora punta y echaré de menos tu cariño en las noches frías.

Pero para qué engañarnos, para qué seguir así. Llena de soledad a tu lado, con el calor frío de tus abrazos, con la sensación de que esto ya no es recíproco, de que no es algo de dos. Para qué estar con alguien que me ve llorar y me da la espalda, que me ve triunfar y me ignora. Ya no puedo más. Me sobrepasa mirar a esos ojos que me quisieron un día tanto y verlos tan vacíos, a esa boca que exclamó tantas promesas y no quiso cumplir ninguna, a esos brazos que me daban tanto confort y, ahora, ni siquiera me buscan, a este amor que ya no parece amor.

Creo que voy a comenzar a hacer las maletas y voy a dejarte aquí todos los recuerdos, para ver, si así,  comienzas a valorar un poco todo lo que te doy, que a partir de ahora, se convierte en todo lo que te di. Voy a dejarte en la cama, esparcidos, todos los sueños que teníamos juntos, por si algún día te da por hacerles un poco de caso. Y creo que voy a dejar, rogando un poco de atención, en un marco olvidado, una de nuestras fotos, para que recuerdes quién fui, esta tonta que te quiso tanto sin esperar nada a cambio, para que nunca te olvides de esa sonrisa que sólo tenía ojos para ti. Y porque los dos sabemos que, cuando me vaya, será cuando más me vas a querer, y en el momento en el que te des cuenta de que me he ido, afortunadamente, yo ya estaré demasiado lejos de este amor insano como para poder volver.

Espero que no sientas esto como un reproche, porque lo único que he querido siempre echarte en cara han sido mis besos, esos que ya están cansados de nadar contracorriente. Por favor, no me pidas que me quede. No intentes ponerme traspiés en la puerta, porque ya no soy una niña, ya no creo en los milagros de última hora, en la esperanza de que cambie todo a mejor de forma mágica, inesperada, de que las personas hagan lo que aún no han hecho hasta ahora y mira que he mirado hacia la salida varias veces en modo de suplica.

Así que me voy, porque más vale un portazo a tiempo que una vida llena de sufrimientos. Porque voy a buscarme, a buscar mi paz, esa calma que se gastó luchando por esta causa perdida. Te prometo que no me volverás a ver más, que convertiré en fácil tu olvido, apenas dejaré rastros y hallaré la forma de dar rodeos hasta lugares donde no nos volveremos a chocar, ni siquiera por capricho del destino.
No sufras, por favor, no te mortifiques. De la misma manera en  la que sé que en esta vida no estamos hechos el uno para el otro, sé que te amaré en otras mil reencarnaciones más.

Cuídate, nos volveremos a amar pronto, en otra vida.