jueves, 22 de diciembre de 2016

Me voy.

Siento decirlo, pero me voy. Me voy a un lugar donde pueda desabrocharme el cansancio y tirar el dolor de cabeza que dan algunos problemas, donde pueda colgar en una percha las presiones y me pueda bañar en algún mar en calma, aunque sea por un instante.

Cada vez lo tengo más claro, me voy. Me voy a un lugar donde el despertador nunca canta recordándome que la prisa me persigue, donde no existen ni caras, ni responsabilidades, ni el recuerdo constante de las cosas que tienen de apellido Pendiente. Donde pueda refugiarme de la angustia y esconderme de la rutina.

Porque necesito un salto de presiones, cambiar el ritmo del tiempo, intentar que corra más lento o, al menos, que su rapidez no me desborde tanto, aunque sea por un rato. Por eso me voy. Me voy a ese sitio donde no tengo que ocultar nada porque hasta mi tristeza se siente cómoda y donde mis penas se desnudan para descansar. Ahí, donde sin esperarlo nadie, siempre encuentro consuelo, siempre encuentro calma, siempre encuentro paz. Y por encontrar, a veces, hasta me encuentro a mí misma.

Por hoy ya he tenido suficiente, me voy. Me voy ahí, donde mis lágrimas pueden salir sin miedo y donde a mi sonrisa le encanta celebrar su alegría. Donde nadie puede juzgar mis gestos, ni mis ojos miran cansados tantos desastres, ni siquiera mi voz se ve forzada a pronunciarse. La respuesta al interrogante es sencilla, me voy a ese rincón del mundo al que visito cada noche con la mente antes de dormir, a ese sitio donde congelaría el tiempo, donde lo pararía todo para quedarme siempre. A ese lugar que esconde un paraíso, el cual guardo en forma de secreto.  Porque es ahí donde las gaviotas de la liberta aletean siempre cerca, donde es la brisa del cariño la que te envuelve, es la ternura con esencia única hecha arena la que alivia. Ahí, donde me siento como en casa.

Mírame bien porque me voy, ya lo tengo todo preparado, ya sé cual es mi destino favorito. Así que siento decirlo, pero me voy, ahí, justo ahí, a ese espacio que hay entre tus brazos y tu pecho y donde encajo tan bien.
Ahí, justo ahí, a ese lugar que llamo 'tus abrazos'.