jueves, 7 de julio de 2016

Siempre me ha gustado la noche...

Siempre me ha gustado la noche, con su magia escondida y su misterio incitante, con sus hechizos que nos erizan la piel y su ilusión brillante en la penumbra, con su manía de hacernos a todos siempre un poco más valientes, un poco más atrevidos. Tiempo en el que las sombras salen a bailar.

Siempre me ha gustado la noche, verdadera hora de aventuras y fantasías que nos han impuesto que no son reales, la hora del peligro, de la adrenalina y de la emoción. Horas dominadas por la locura, por las ansias de diversión, de tener la sensación de que la sonrisa no se va a caer de la cara. Tiempo en el que todos somos siempre más nosotros.

Siempre me ha gustado la noche, lugar donde se llenan los ojos de todo lo que ha dolido durante el día, desechándolo en forma de gotas que corren por nuestra fachada, calmante del pecho, siempre sobrecargado de amor y dolores. Lugar que tiene el poder de hacernos siempre más guapos, más sexis, de sacar ese lado que no solemos mostrar cuando nos sentimos amenazados por el miedo de ser vistos por el sol. Tiempo en el que se cae la máscara del corazón y respiramos más aliviados al saber que en medio de la oscuridad nadie puede ver nuestros puntos débiles, que ya no son tan débiles cuando con ellos adornamos la luna y nuestros deseos y anhelos acompañan con la vista a las estrellas.

Siempre salimos más tontos, más locos, más rotos, más cosmos.
Es ese momento del día en el que encontramos todo aquello que no se puede ver cuando la claridad invade al mundo. Y entre las cosas que se pueden hallar ocultas, te descubrí a ti, tímido en medio de la música, expectante delante de mi mirada. No necesitábamos presentarnos, nuestras sonrisas se adelantaron, y menos mal que siempre llevo en el bolso un poco de cordura para saber que no te podía dejar escapar, porque cuando tus pupilas brillaron para mí en ese choque inesperado de cuerpos, supe que tenías algo que siempre le ha faltado a todo lo demás.






Poco a poco fui descubriéndome intentando cazar lo que se te pasa por la cabeza cuando callas y miras a la nada, fui pillándome pensando en cual podía ser tu siguiente locura cuando me coges la mano y me empujas a vivir mundo contigo. Sin saberlo, nació esa complicidad de poder quitarle la ropa a mis miedos, desilusiones  e inseguridades, dejándote que las contemples sin deparo y permitiéndote que las mimes como yo nunca he sabido hacerlo. Esa magia que llevas a todos lados como si fuera tu colonia, impregnando todo lo que te rodea de algo especial, pero en realidad no es algo, sino el conjunto de los trucos de tus ojos más acogedores que la manta en enero, tu risa más alegre que mayo, tu voz más cálida que agosto. Y no sé cómo, te convertiste en mi acertijo favorito, que tus secretos parecen estelas brillando en el sinsentido de la vida, tus abrazos son el refugio de mi nostalgia, y tu sonrisa es el mejor calco de la media luna.

Siempre me ha gustado la noche, pero ahora, mi noche, eres tú.

1 comentario:

  1. Un texto con muchas figuras y muy sugestivo. Supongo que la noche es así, aunque ofrece un mundo de posibilidades tan extenso y aventurado que no sé muy bien de su extensión, de sus finales y comienzos, de su poder magnético. Como sugerencia, quizá, podrías haberle puesto un poco más de tensión a esa fase intermedia... Pero está muy bien!

    Un gusto leerte!
    (por cierto, se te ha colado un deparo que intuyo que será reparo)

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